«¿Es él?». La chica de las mechas rosas suelta una risita mientras
golpea con el codo a su amiga. Pasan de largo por la plaza del Macba,
pero al cabo de una fracción de segundo dan media vuelta. «Un amigo mío
es muy fan tuyo. ¡Va a flipar cuando le diga que te he visto! ¿Puedo
hacerme una foto contigo?». Y Fernando, alias Yung Beef, cómo no,
accede. Sabe que el selfie es el nuevo autógrafo, y que las
fans lo son todo. En cuestión de meses, su vida y la de sus compañeros
de grupo se han convertido en esto: en ser reconocido, en ser admirado. «Antes, estas chicas se habrían cambiado de acera al vernos. Ahora se hacen fotos con nosotros».
Yung Beef se vino a Barcelona hace un año con su compadre Khaled,
dejando atrás Granada, la ciudad en la que nació. «El Raval me recuerda
mucho al Albaicín, me siento como en casa», explica. También dejó atrás
Kefta Boys, el grupo de hip hop en el que escribió sus primeras rimas, y
con otros jóvenes raperos -el productor Steve Lean y D.Gómez, MC
madrileño que antes participaba en Corredores del Bloque- decidió
empezar de cero como Pxxr Gvng, la que es hoy la sensación más explosiva del rap español, el mayor fenómeno de fans desde Violadores del Verso.
«Esto va en serio», afirma Yung Beef. «Las otras bandas en las que
estábamos eran básicamente organizaciones criminales que de vez en
cuando hacían música. Pxxr Gvng es exclusivamente música. Los que
teníamos ganas de currar y divertirnos con el rap entramos en esta
movida».
Para Fernando no se trataba de dejar atrás la mala vida, básicamente
porque siguen viviendo en el mismo entorno empobrecido, desestructurado,
en el que cada día es una lucha por la supervivencia -«lo de antes yo
no lo entiendo como mala vida, era mi vida»-, sino de probar otro tipo
de estrategias, más creativas que ilícitas, para dejar su huella en el
barrio.
Pxxr Gvng -que debe leerse como 'poor gang', la
pandilla de los pobres- es para estos cuatro chavales, de entre 18 y 24
años, una manera de hacer crónica del gueto a pie de calle, de la
delincuencia y de la precariedad, de los porros fumados en los parques y
las plazas -durante toda la entrevista no dejan de fundir hachís y liar
petas- y de los lazos que unen a la pandilla, entre sí y con su
entorno. Con la suerte de que se ha convertido en una comunidad de
cientos de miles en internet. Pxxr Gvng es un verdadero fenómeno social.
Cualquier vídeo que cuelgan en YouTube se viraliza en cuestión de horas -el de Pimpin,
que recoge imágenes de su actuación masiva en el pasado BAM, lleva más
de 200.000 reproducciones desde el 13 de octubre-, y cualquier nueva
información relacionada con el grupo se debate en ForoCoches; las chicas, en definitiva, los reconocen por la calle y les piden hacerse fotos.
«De esto, por ahora, no esperamos nada», admite Fernando. «El grupo
lo montamos para ver qué salía, y de momento tira bien. Para nosotros ha
sido la posibilidad de vivir de nuestro hobby, de llevarlo al máximo.
Yo tengo que cantar mis necesidades, y si a eso le puedo sacar algo de
dinero, mejor. Yo sé lo que es estar fregando platos durante 11 horas y
no quiero volver a esa vida. En el estudio, haciendo música, calentito,
se está mucho mejor».
Pxxr Gvng, por ahora, no viven de la música, básicamente porque todo lo que han hecho existe exclusivamente en internet. No hay discos de Pxxr Gvng en las tiendas, no suenan en la radio: todo está en Soundcloud, en YouTube, acumulando reproducciones, likes
y comentarios a favor y en contra. Cada vez más les salen propuestas
para montar fiestas, pinchar y dar conciertos -el que tienen marcado en
rojo, «lo más importante ahora para nosotros y el que nos motiva a
trabajar en serio», es el del próximo Sónar, en junio-, pero ellos no se quieren precipitar.
«El dinero no es nada», cuenta Fernando. «Si tienes dinero es para
partirlo con tu gente. Queremos cambiar la mentalidad de lo que es ser
rico y ser pobre. Rico es el que comparte. Hay gente
con millones, pero que no sabe lo que es una sonrisa. Quien menos tiene
es quien más te da. Ahora no tenemos ingresos por la música, hemos
invertido tiempo y no hemos recuperado nada, no comemos de esto, pero
todo eso es relativo».
Para comprender el fenómeno Pxxr Gvng hay que pensar en el público al
que llega y que los adora: adolescentes sin otro pasado musical que el
consumo masivo en la red, educados en el hip hop de la nueva generación:
una voz joven que les habla directamente, en un código compartido.
Ayuda a la proyección del grupo una cierta identificación con los
arquetipos de las boy bands -Yung Beef es el líder carismático,
guapo y de buen corazón, pese a su aspecto de malote; D.Gómez tiene
algo de flamenco, de rapero que se tatúa a Camarón; Khaled es la voz de
la inmigración magrebí y hasta rima en árabe; y Steve el adolescente
bien arreglado, el swagger discreto-, pero lo que más fuerza da a Pxxr Gvng es su conexión con la más radical modernidad en el hip hop.
«Estamos muy distanciados de la anterior generación del rap en
España», admite Yung Beef. «Salvo excepciones [se libran Sólo Los Solo y
el primer disco de 7 Notas] nos han vendido la peor música posible. A
mí no me ha inspirado el hip hop de aquí. El sonido siempre ha sido
patético. Me inspira más el hip hop latino». Cuenta Fernando que, de
pequeño, su padre le ponía discos de Cypress Hill y Digable Planets. Más
tarde, descubrió el reggaetón, un sonido muy presente en la estética de
Pxxr Gvng. «En el reggaetón hay cosas alucinantes. La gente se ha
quedado en la superficie, con la imagen de Matías Prats en las noticias
presentando un vídeo de culos y cochazos. Con la salsa no hubo ese
problema, porque la salsa no vino con una ola de inmigración. El
reggaetón es la salsa de ahora, pero no se tolera porque España es
racista».
El sonido de Pxxr Gvng es poliédrico y en perfecta sintonía con lo
más radical que se hace en Estados Unidos. Nadie en España suena
igual:tienen desde las bases gaseosas del llamado vaporwave y
artistas como Lil B, al futurismo duro y lumpen de artistas de la escena
de Atlanta como Migos. Y, sobre todo, tienen trap, esa ola de hip hop
electrónico, sincopado y épico, que arrasa entre los quinceañeros y que
trata sobre cocaína, sexo y fiesta despreocupada. Pero donde más ha
ganado adeptos la crew del Raval -y cosechado detractores- es en las letras.
Pxxr Gvng es un fenómeno de fans, y a la vez diana de numerosas
críticas por frases en sus canciones que se han interpretado como chulas
y misóginas, propias de canis -sólo hay que leer el odio que alimenta
muchas discusiones en YouTube. Fernando intenta desmentirlo. «El rap español siempre ha sido egoísta, pero el nuestro es humilde. Tenemos
orgullo, pero no a costa de los demás. Sabemos pedir dos euros si los
necesitamos. Nosotros compartimos. Hay un código en nuestras letras que
sólo comprendes si estás en el barrio. Yo a mi amigo [señala al primo de
Khaled] le puedo llamar 'moro', y a mi amiga la puedo llamar 'puta',
pero eso no me hace ni racista ni misógino. No hay ningún prejuicio
detrás: es nuestro código. Sólo la gente con prejuicios puede pensar
eso».
El futuro de Pxxr Gvng todavía está por escribirse. Por ahora, son
cuatro jóvenes de la calle, curtidos por una vida precaria, pero con los
oídos muy abiertos -«lo escuchamos todo, estamos todo el día en
internet»- y una actitud punk para hacer las cosas: las canciones se
escriben al momento y se cuelgan en la red sin esperar, sin preocuparles
si suena bien o mal. Los cortejan las discográficas, los fans y los haters
se pelean por ellos, y de mientras flota la sensación de que el futuro
del rap español, el cambio en las reglas del juego, está en sus manos.
2015 será el año.